Jochen Doppelhammer (Aleman) pionero en telecomunicaciones, investiga un nuevo paso de la humanidad hipercomunicada: la identidad personal digital universal. Dice; «vales el valor que has creado dividido por tus años». Esta entrevista nos permite adentrarnos en un comparativo biológico y digital de manera sutil, nos habla de nuestra identidad virtual y compara nuestros Genes con Bytes de información.

Yo recuerdo que escribía a mi novia a Londres y, como las cartas tardaban en llegar, teníamos dos conversaciones paralelas.

A los veinteañeros les costará entender de qué está hablando usted.
Pues que sepan que, para poder hablar sin cables como hoy, llevábamos un Motorola enorme en el coche; después en las empresas compartíamos un solo móvil y, al fin, Nokia consiguió lo que Microsoft en ordenadores: que todo el mundo tuviera uno.

¿Y qué viene ahora?
Estamos pasando del hardware al software; de tener toda la información, y con ella nuestra identidad en un smartphone o un ordenador personal, a tenerla en la nube sin depender ya de las operadoras de telecomunicaciones. Estamos migrando a la nube.

¿De la vida en células a la vida en bytes?
Somos información: al vivir convertimos la información del código genético en energía. Y esa información puede tener un soporte genético y bioquímico en células y carne de nuestro cuerpo, o ser información en bytes en la nube: ser nuestra identidad virtual,

La vida para muchos ya es virtual: nos pasamos el día de pantalla en pantalla.
Los profetas de Singularity, como Ray Kurzweil, creen que cada vez pasamos más tiempo ante pantallas, porque ya estamos en tránsito de la vida biológica a la digital.

Del gen al chip todo es información.
Y esa información se manifiesta en la carne o en bytes que bajan de la nube a manifestarse en diversas pantallas.

Defina la nube.
El conjunto de información -billones de terabytes- disponibles en servidores para que los podamos usar en cualquier soporte.

Ya estamos en las nubes.
Pasar de la célula al byte aún parece un salto cuántico, pero los de Singularity esperan otra explosión de conocimiento, como el descubrimiento de la rueda o la máquina de vapor en la revolución industrial, que multiplicó nuestra especie y nos dio poder.

A veces la historia se acelera.
Siguen la ley de Moore: cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado. Así podemos anticipar el crecimiento de la capacidad de procesamiento de los ordenadores, que no son más que prótesis de nuestro cerebro. Por eso también se duplica nuestra capacidad mental.

¿Y…?
Ese salto nos permitirá copiar las neuronas de nuestro cerebro en software, en la nube, y vivir allí mentalmente sin que nuestra existencia terrenal importe ya demasiado.

¿Pero habrá allí un buen jabugo?
De otro modo sí, pero, ojo, estoy hablando sólo de profecías tecnológicas sugerentes, aunque, desde luego, muy discutibles.

Suenan a Matrix.
Mientras, lo que me ha sorprendido es el bajo nivel de cálculo elemental de los licenciados que aspiran a trabajar con nosotros.

¿Para qué calcular si cualquier móvil lleva calculadora?
Porque tal vez esa capacidad de cálculo mental lleve aparejadas otras capacidades cognitivas que se están perdiendo con él.

Confío en que ganen otras nuevas.
Y esos chicos que no saben calcular se quejan de que… ¡El correo electrónico es lento!

¡Si no da tiempo de leerlos!
No se refieren a la velocidad de transmisión,sino al protocolo de uso. Un correo requiere ciertas formalidades que a ellos les parecen un engorro que retarda la comunicación. Prefieren usar aplicaciones en smartphones que les permiten ser instantáneos.

¿La llamada de toda la vida se perderá?
En mi sector ya hay quien, ante la sustitución de las llamadas por los mensajes escritos en todos los formatos, ha sentenciado, en efecto: la «muerte» de la voz telefónica.

¿Y usted qué cree?
Que simplemente se ha especializado su uso. Antes se llamaba para todo y hoy la llamada de voz se considera intrusiva: como si un tipo apareciera de pronto en el salón de tu casa y dijera: «¡Lluís, escúchame ya!».

Por eso hoy te preguntan antes por mensaje: «¿Te puedo llamar ahora?».
Y por eso también la videollamada ha sido considerada un fracaso comercial. La tecnología la hace posible casi siempre, pero es demasiado invasiva de nuestra privacidad para que su uso se generalice. Yo sólo hago videollamadas para que mi padre pueda ver desde Alemania a su nieto bebé.

Y salimos pálidos y feos en pantalla.
Por eso la videollamada no sustituye a otras transmisiones, porque da demasiados datos. Y, a menudo, menos datos dicen más. Esa es mi otra gran batalla: liberar a nuestras identidades digitales de los números de teléfono y las direcciones de e-mail.

Cuéntenos.
Ahora las teleoperadoras le tienen a usted pillado por el número: en realidad usted paga para estar localizable en ese número. Lo que propongo es sustituirlo por una identidad universal digital gratuita registrada para siempre en un organismo mundial. Que nadie necesite nunca ya buscar su número.

¿Como los dominios de internet?
Facebook o Twitter avanzan en esa dirección, pero yo quiero liberar de cuotas a nuestra identidad digital: que usted tenga una para siempre sin depender de nadie.

Como mi propio nombre.
Pero singular y suyo, aunque se llame García o Pérez. El otro paso será liberar la conversación en cualquier medio. Hablar era gratis y debe volver a serlo.

 

 

 

Fuente: La vanguardia

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