Todo lo que profundamente anhelamos lo somos, el problema es que vivimos en un personaje y hemos perdido el contacto con esa dimensión que está en nuestro interior.
Simplemente, se requiere aprender a parar, aflojar la crispación mental y emocional en la que vivimos para empezar a reconocerla.
No vivimos directamente la realidad de lo que hay y lo que somos, somos lo que hay que ser. No nos aceptamos ni aceptamos las cosas como son, estamos continuamente queriendo ser de otro modo.
De niños. Nadie nos dijo: “Tú eres un potencial de vida y en ti está todo, simplemente has de ir sacándolo y manifestándolo. Tu vida es un proceso creativo”.
Por el contrario, se ha considerado que un niño no sabe, que un niño no tiene, que un niño no puede. Se ha considerado al niño desde la carencia y se le ha dicho: “Tienes que ser”, ahí está el origen de la tensión, en la guerra contra uno mismo para ser el más listo, el más guapo y ser aceptado.
Las personas, en lugar de estar pendientes de lo que llevan dentro, están pendientes de medirse, interpretarse y juzgarse en función de los modelos. Las personas que más se desarrollan son las que más confían en sí mismas, y sólo viven a fondo las que se entregan.

La mejor cura para esto es el trabajo diario, renovar y realizar ese conocimiento. A través de tres cuestiones básicas: es necesario tener un espacio para estar con uno mismo y meditar; es necesario un cambio de actitud, dejar de vivir con una actitud pasiva y de dependencia del exterior, y empezar a crear desde dentro, siendo conscientes de que somos generadores de nuestra propia plenitud en función de lo que damos. Cuanto más uno da, más uno crece.

Si no movilizas tu energía, cada vez tienes menos; en el ámbito afectivo, si no estás en una disposición generosa, afectiva, empática, cada vez eres más pobre. Y en el intelectual, si no cultivas tu capacidad de interesarte y de entender, cada vez vives con menos.
El mayor problema que tenemos es que estamos atrapados en los pensamientos; eso produce agitación, confusión y problemática emocional. Lo real es la vida, no los pensamientos sobre la vida.

Tenemos que empezar por sentir el cuerpo; si lo hiciéramos, tendríamos un beneficio inmediato: contactar con una realidad energética. La realidad es energía, conciencia y plenitud, y hay que constatarlo cada día.
Cuanto mayor es la conciencia de mí mismo y menos atrapado estoy en mis pensamientos, mejor respondo a mis responsabilidades. Estar conectado con esa conciencia me predispone a que me enfrente a mis problemas sin esa carga subjetiva de preocupación y sufrimiento.
Vivimos conforme a la idea que tenemos de nosotros mismos, por eso es tan importante librarse del yugo de la mente, la mente está hiperactivada porque estamos todo el día dentro de ella. Si estuviéramos siempre escuchando al corazón, al final crearíamos una cardiopatía, y eso estamos haciendo con la mente: creando una mentepatía. El cuerpo y la mente son vehículos de la vida y confundirse con ellos es el problema.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *