Javier Iriondo a los 20 años cumplió con creces su sueño: triunfar en América como deportista de élite. Pero el sueño duró ocho meses, al cabo de los cuales se convirtió en un fracasado. Lo perdió todo y comenzó a reconstruirse con deporte y libros de autoayuda llevados a la práctica. Quince años después ha escrito una novela, Donde tus sueños te lleven,  Y que termina con una frase que resume su camino: «Ahora sabes que tu pasado no determina tu futuro»

El camino estuvo plagado de ladrones de sueños, todos esos que te dicen: «Tú no puedes, mejor te dedicas a algo productivo». Gente con buenas intenciones y con malos consejos producto de sus miedos. Uno debe tomar sus propias decisiones aunque se equivoque una y otra vez.
De pronto me convertí en mi gran enemigo. El único momento en que no me torturaba era cuando estaba borracho como una cuba. Mi mente me decía: «No vales para nada, no tienes estudios, no tienes recursos y estás solo». Un día me encontré tirado en el suelo sobre mis propios vómitos, gritando al cielo y considerando la opción del suicidio.
Comencé a hacer deporte seis horas diarias y conseguí un trabajo de guardaespaldas. Ante una situación como la que yo viví, o ante esta crisis, nos sentimos inocentes.
Hay demasiada gente adscrita al club de la queja. Hay que protestar, pero si sólo hablas de lo malo, lo perpetúas.
El entorno nos influye mucho más de lo que pensamos, afecta a nuestra manera de pensar y de vivir. Deberíamos ser conscientes de que cada vez que abrimos la boca somos para el otro una influencia: destruyes o construyes. Es estéril repetir como loros malas noticias, ser un agorero.
Busqué, por primera vez, ayuda en los libros. Me leí sesenta en un año, gané autoestima poniendo en práctica los consejos que leía.
No puedes pretender que las cosas cambien si piensas y actúas de la misma manera. Si quieres conseguir algo, tienes que convertirte en la clase de persona que lo merece.
Todos hemos tenido proyectos ilusionantes, pero a menudo el miedo nos asalta y se quedan por el camino. Para vencer esos miedos has de conquistarte a ti mismo y entender que lo importante no es lo que consigues, sino la clase de persona en la que te conviertes durante el proceso.
El fracaso significa haberlo intentado y merece un aplauso. El consuelo es lo aprendido, los fracasos esculpen el carácter. El que no tiene problemas es el que está en el cementerio.
La sociedad de consumo ha condicionado la valoración de las personas en función de logros muy banales, para ser hay que tener. El mantra del ego es más: cuanto más tenga, más soy. Nos hemos convertido en animales incompletos que siempre queremos lo que no tenemos.

Me convertí en un experto en marketing y empecé a dar conferencias por el mundo. Pero antes me pasé dos años reprogramando mis pensamientos, consciente de que somos esclavos de nuestra mente y de que cada vez que señalas con un dedo hacia fuera, tres te apuntan a ti.
Todo el mundo entiende que si quieres estar bien físicamente tienes que cuidar lo que comes; la mente es igual: si alimentas tu mente de pensamientos basura, tendrás una mente basura.
La plenitud personal es estar en el camino, seguir mejorando, somos aprendices de por vida; y para estar alegre no hay nada mejor que ayudar a otros.

 

Fuente: la vanguardia.

 

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