Frédéric Lenoir, filósofo y sociólogo Acaba de publicar en España El alma del mundo, número uno en Francia. «Vivimos una época en que el mundo está amenazado por dos grandes peligros: el consumismo y el fanatismo religioso. El ha querido mostrar el mejor antídoto: la filosofía y la sabiduría».
Frédéric nos cuenta que cuando aprendió a meditar con los monjes budistas, a los 20 años, en su silencio interior descubrió una alegría extraordinaria que no sabía de dónde venía. Después, cuando leyó a Spinoza entendió que la alegría está dentro de nosotros, pero hay demasiadas cosas en nuestra mente: creencias, emociones, pensamientos…, y no tenemos acceso a ella. Y todo el trabajo filosófico consiste en eliminar todos estos obstáculos para acceder al silencio interior donde está la alegría.
Se interesó por la fragilidad del ser humano; para lo que dice que en todas las sociedades se pone en valor la potencia, el éxito: una persona es interesante porque ha tenido éxito. En el amor entre dos personas siempre hay una parte de egoísmo y otra de altruismo. Necesitamos alimentarnos del otro y darle algo, es siempre un equilibrio entre estas dos dimensiones. En todo lo que hacemos, desde la vida económica hasta los intercambios humanos e incluso la vida amorosa, privilegiamos la eficacia, el rendimiento, el a corto placismo frente a la «calidad de ser».
Nos dice que si salimos de esta lógica del –siempre más- que interviene en todas nuestras actividades y pasamos a una lógica de bienestar que implique tiempo, atención, saber escuchar, es decir, un cambio en nuestra manera de vivir, podremos resolver la mayoría de estas crisis. La única lógica para ser feliz es no intentar controlar las cosas. Lo único que podemos dominar son nuestras reacciones, nuestra mirada y nuestro pensamiento sobre las cosas. El sufrimiento, los obstáculos, el luto seguirán ahí, pero debemos amar la vida con sus altibajos, tal como es.
Pertenecemos a un mundo en el que ya no vivimos lo invisible, pero si somos receptivos e interiorizamos, hay cosas que podemos sentir sin verlas. Tenemos que volver a aprender a dejar vivir nuestros estados anímicos. Si durante el día algo nos emociona, parémonos para dejarlo crecer en lugar de rechazarlo para ser eficaces.Cuando algo no nos gusta, la primera reacción es de resistencia: rabia, tristeza, enojo…, la emoción que corresponda a esa contrariedad del ego. Aprendamos a dejar pasar esa emoción que nos tiraniza y a responder sin agresividad.