Álvaro Pascual Leone, profesor de Neurología en Harvard
De niños establecemos conexiones muy densas entre los nudos más próximos de la red cerebral y, con los años, vamos perdiendo esa densidad y, en cambio, ganamos conectividad entre los nódulos más alejados.
Vamos ganando perspectiva y perdiendo concentración. Captamos mejor la totalidad del mundo y sus conexiones, pero perdemos capacidad para profundizar en él.
Nuestro cerebro ve mejor todo el bosque y no sólo los árboles más próximos, y así toma distancia respecto a la realidad. Esa distancia nos permite relativizar cosas y tolerar.
Ganas capacidad de modular las emociones y pierdes intensidad al sentirlas: sufres menos, pero también gozas menos que antes.
La madurez sería aprovechar la mayor perspectiva neuronal para descubrir la importancia -y el goce- de las cosas pequeñas. Y con esa mayor amplitud mental saber trascender del yo al nosotros…
Pues es el auténtico goce de la edad: superar el culto al ego e incluso al nosotros para disfrutar como propio el éxito de ellos: es sentir como tuyo lo de todos y al revés. Ver y sentir la conexión con personas con las que antes no establecías relación.
Es falso que no usemos todo nuestro potencial cerebral. En realidad, el cerebro está funcionando siempre a tope. Por eso consume una cuarta parte de nuestra energía en procesar información interna y externa. El cerebro fabrica el futuro: anticipa lo que va a suceder lanzando hipótesis, una especie de expectativa, que después contrasta con lo percibido e integra en la experiencia.
Más que en percibir, nuestro cerebro gasta esa energía en no percibir; es decir, en discernir: selecciona sólo lo que le interesa de todo cuanto percibe en cada momento. Y al envejecer vas perdiendo capacidad de inhibición y, por lo tanto, de concentración.
El ejercicio mental protege del deterioro cognitivo. Recuerde que la evolución nos ha diseñado para vivir sólo lo bastante para reproducirnos. El resto es tiempo prestado y hay que ganárselo con esfuerzo.
El ejercicio aprovecha la gran plasticidad cerebral para alargar la programación genética. Algunos, en el esfuerzo para suplir el deterioro cognitivo, segregan amiloides. Y a corto plazo sirven para estimular el cerebro, pero luego devienen residuos tóxicos.
Aprovechar la enorme plasticidad cerebral: aprender idiomas, por ejemplo, tiene más efecto protector que algunas medicaciones. Meditar, yoga, ayuno… Logran beneficios probados en circuitos cerebrales concretos.
En general, la restricción calórica conviene al cerebro. Más que comer lo justo para no engordar, se trata de comer lo justo para no adelgazar.
El gran ejercicio cerebral es el autocontrol, la disciplina mental.
El mayor desafío para todos: mantener la salud cerebral hasta la muerte. Y la buena noticia es que, en tan sólo cinco años, vamos a estar mucho más adelantados para prevenir el deterioro cognitivo.
Fuente: La vanguardia.