Steve Mithen 52 años, profesor de Arqueologia en la Universidad de Reading, ha escrito varios libros entre ellos «The singing Neanderthals; The Prehistory of the Mind; The cognitive origins of Art, Religion and Science.

El lenguaje humano no es más que la evolución de la música.

Tomar conciencia de cómo hemos evolucionado nos permite descubrir cómo somos y a anticipar cómo seremos en el futuro. La aptitud para las matemáticas y las ecuaciones progresaría con la música porque en nuestra evolución, la música y la danza acompaña a la razón.

Pitágoras es un buen ejemplo ya que combinaba la música y las matemáticas. Einstein tocaba el violín y sostenía que sus razonamientos de física teórica mejoraron con la música.

Nuestro cerebro no ha evolucionado especializándose exclusivamente en áreas, sino por el contrario <en red>. Como una orquesta. Todo esto según Steve Mithen nos lleva a decir que “Profundizar es relacionar”. El avance en una habilidad lleva a desarrollar otra. Al aprender poco a poco a lanzar una piedra, nuestros antepasados ampliaban toda su red neuronal, y así le daban a nuestro cerebro la potencia necesaria para poder empezar a hablar también.
Aprender a pintar, por ejemplo, aumenta la capacidad simbólica y así las exposiciones en público como las conferencias  serán más brillantes, por consiguiente harán que capte mejor la atención de los demás y mejorará sus habilidades sociales.

En nuestra evolución, las inteligencias múltiples caracterizadas por Howard Gardner (lenguaje, lógica, espacial, musical, corporal, comprensión de los demás y de uno mismo) en realidad progresaron a la vez reforzándose mutuamente.
El profesor Mithens nos cuenta que a un grupo de estudiantes les puso música emotiva y justo después salieron más voluntarios de entre ellos, para actos altruistas, la música los convertía en mejores personas.
La música está incrustada en nuestro ADN. Fue para los neandertales y es para nosotros la esencia de la comunicación. Es anterior al lenguaje, que no es más que la evolución de la música y la danza. Cantar crea más vínculo que hablar.
El lenguaje y las escritura han sido nuestra imbatible tecnología sapiens, porque multiplica exponencialmente nuestro conocimiento y con él, la inteligencia adaptativa.

La música y su expresión corporal son innatas en nosotros, en una estructura más profunda que la hablada. Ve a un campo de fútbol y podrás apreciar miles de gargantas entonando un solo himno. Fraternidad, altruismo, da igual que no sepas la letra. Tararea una misma música y te sentirás uno con todos. Así se comunicaban los neandertales y creaban vínculos solidarios con danzas y cantos, y así nos comunicamos aún nosotros más allá de las palabras.

Hoy cualquier lengua, básicamente, es una música, una melodía, un ritmo y un acento al que después ponemos palabras y estructuras. Para aprender a hablar un idioma, hay que empezar por cantar su melodía. Un poliglota empieza por un buen oído. Incluso antes de las palabras, en las culturas tradicionales la danza y el ritmo aún preceden y se imponen a la lengua para crear comunidad y sellar alianzas. En muchas tribus es más importante cómo te mueves o cantas que el idioma. Y en ellas, la comunidad y la solidaridad todavía ganan cada día la batalla de la supervivencia.

 

 

 

Fuente: La contra

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