La lectura es la potenciadora de capacidades mentales con un mejor equilibrio coste/beneficio. Leer supone poner en juego un número importante de procesos mentales: percepción, memoria y razonamiento. Se activa el hemisferio izquierdo, que es el más analítico, pero también otras áreas del derecho. Hay estudios que demuestran que mantener una actividad intelectual durante toda la vida puede aumentar la memoria en la vejez.

La inmersión en varias lenguas en la infancia, por ejemplo, y su práctica posterior aumenta la capacidad de ejecución mental y protege contra la neurodegeneración. Estudiar música también es equiparable a aprender una lengua más. En cualquier proceso de aprendizaje lo importante es que sea activo.

Los estudios de lo últimos años indican que el sueño prepara el cerebro para aprender, y una vez hemos aprendido potencia la formación de la memoria. Cuando dormimos se reestructura el contenido de nuestra mente, incluso hay estudios que señalan que durante el sueño se hacen explícitas reglas ocultas que no vemos cuando estamos despiertos, para relacionar cosas. Por lo que voy estudiando, creo que el sueño está relacionado con la intuición y la creatividad, que es asociar cosas. Aprender es hacer que las neuronas se conecten unas con otras, que se formen circuitos de millones de neuronas que albergan las memorias. Recordar es reactivar esos circuitos, y cuando dormimos se reactivan solos. Es como practicar de nuevo inconscientemente.

El cerebro graba aquello que tiene un significado especial, se recuerda aquello que emociona. Pero no de una forma voluntaria, sino sólo recordaríamos lo bueno. Esto se entiende bien cuando observamos que en la trayectoria vital de una persona lo que menos se recuerda es la mediana edad. No por un deterioro neuronal sino precisamente por ese impacto emocional. Hacia los 17 años las personas empiezan a soltar amarras, las experiencias laborales y afectivas son nuevas y fuertes y se recuerdan bien. A partir de los treinta y tantos ya hay muchas experiencias repetidas.

Tanto para el desconsuelo como para la esperanza de los padres, el adolescente tiene un cerebro en «decrecimiento». La sustancia gris, relacionada con el número de neuronas, crece durante la infancia y en la adolescencia empieza una especie de poda que se inicia por detrás, las partes relacionadas con la percepción ­vista, oído, tacto­ y lo último que madura es el cerebro frontal, el seny. Este tránsito hacia la edad, el cerebro adulto, se produce antes en las chicas. Y las personas más inteligentes tardan menos en hacer este camino.

Aunque no tenemos una fórmula médica para impedir la neurodegeneración ­patológica o no patológica­, sí que podemos retardarla con un conjunto de prácticas, como algunas de las relatadas. Retrasarla, esto sería lo ideal, hasta que llega el final de la vida biológica.

 

 

Fuente: La vanguardia

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