Todo lo que profundamente anhelamos lo somos, el problema es que vivimos en un personaje y hemos perdido el contacto con esa dimensión que está en nuestro interior. Simplemente, se requiere aprender a parar, aflojar la crispación mental y emocional en la que vivimos para empezar a reconocerla. Son palabras de Antonio Jorge Larruy investigador en conocimiento. Os comparto esta entrevista que nos abre el camino hacia una oportunidad valiosa para acudir a la reflexión…

¿Por qué cree que estamos crispados?
No vivimos directamente la realidad de lo que hay y lo que somos, somos lo que hay que ser. No nos aceptamos ni aceptamos las cosas como son, estamos continuamente queriendo ser de otro modo.

… E intentando cambiar a los demás.
Creo que las relaciones humanas son el reflejo literal de cómo uno vive consigo mismo. Si te vives con más profundidad, vivirás al otro con más profundidad.

¿Cómo empezamos a querer ser otro?
De niños. Nadie nos dijo: “Tú eres un potencial de vida y en ti está todo, simplemente has de ir sacándolo y manifestándolo. Tu vida es un proceso creativo”.

Eso es mucho decir.
Por el contrario, se ha considerado que un niño no sabe, que un niño no tiene, que un niño no puede. Se ha considerado al niño desde la carencia y se le ha dicho: “Tienes que ser”, ahí está el origen de la tensión.

Entiendo.
… En la guerra contra uno mismo para ser el más listo, el más guapo y ser aceptado. Sin embargo, si fuéramos convenciéndonos de que somos esa potencialidad…

Hay que desarrollarla.
Sí, pero si la persona, en lugar de estar pendiente de lo que lleva dentro, está pendiente de medirse, interpretarse y juzgarse en función de los modelos, ese desarrollo se bloquea. Las personas que más se desarrollan son las que más confían en sí mismas, y sólo viven a fondo las que se entregan.

A menudo, tanta preocupación por desarrollar nuestro interior desemboca en un egocentrismo cerril.
De nuevo el personaje, el que quiere ser alguien a nivel espiritual se queda en las formas. La mejor cura para esto es el trabajo diario, renovar y realizar ese conocimiento.

¿Cómo?
A través de tres cuestiones básicas: es necesario tener un espacio para estar con uno mismo y meditar; es necesario un cambio de actitud, dejar de vivir con una actitud pasiva y de dependencia del exterior, y empezar a crear desde dentro, siendo conscientes de que somos generadores de nuestra propia plenitud en función de lo que damos. Cuanto más uno da, más uno crece.

Gran principio.
Si no movilizas tu energía, cada vez tienes menos; en el ámbito afectivo, si no estás en una disposición generosa, afectiva, empática, cada vez eres más pobre. Y en el intelectual, si no cultivas tu capacidad de interesarte y de entender, cada vez vives con menos.

Tercera cuestión…
Entender que hay una dimensión inconsciente que hay que sacar a flote y reeducar. Debemos investigar sobre nuestras ideas profundas, dialogar con nuestro niño interior, ese al que no se le dijo: “En ti está todo”.
Llevamos siglos repitiendo el “Conócete a ti mismo” del templo de Delfos.
Creo que el mayor problema que tenemos es lo atrapados que estamos en los pensamientos; eso produce agitación, confusión y problemática emocional. ¿Sabe lo que pasa?

¿Qué pasa?
Qué no estamos en lo que somos. Lo real es la vida, no los pensamientos sobre la vida. Tenemos que empezar por sentir el cuerpo; si lo hiciéramos, tendríamos un beneficio inmediato: contactar con una realidad energética. La realidad es energía, conciencia y plenitud, y hay que constatarlo cada día.

¿Y la pequeña realidad de llegar a final de mes y de lidiar con los otros?
Cuanto mayor es la conciencia de mí mismo y menos atrapado estoy en mis pensamientos, mejor respondo a mis responsabilidades. Estar conectado con esa conciencia me predispone a que vaya a recoger a los niños con una actitud espléndida y que me enfrente a mis problemas bancarios sin esa carga subjetiva de preocupación y sufrimiento.

Somos lo que pensamos.
Vivimos conforme a la idea que tenemos de nosotros mismos, por eso es tan importante librarse del yugo de la mente, piedra filosofal de todas las corrientes espirituales.

El pensamiento es una herramienta muy valiosa.
Imprescindible, lo que pasa es que la mente está hiperactivada porque estamos todo el día dentro de ella. Si estuviéramos siempre escuchando al corazón, al final crearíamos una cardiopatía, y eso estamos haciendo con la mente: creando una mentepatía. El cuerpo y la mente son vehículos de la vida y confundirse con ellos es el problema.

Los pensamientos crean hábitos y nuestros hábitos conforman nuestro carácter.
Una palabra puede sustentarse en sentimiento o ser simplemente una palabra. Para mí, este es el sentido de la mente: esas ideas, esas palabras, ¿están iluminadas? Si no lo están, no vehiculan nada.

 

 

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